Miseria
moral
Román
Langosto
-
5 de mayo de 2019. Temprano. Campo de concentración
de Mauthausen. Día nublado en Austria. Homenaje
a las personas que el nacionalsocialismo recluyó
para después asesinar en la industria del crimen
que fue la dictadura nazi. Una dictadura que no castigaba
a las personas por delitos cometidos sino en virtud
de adscripciones físicas, políticas, raciales
o religiosas.
Una
delegación actúa en nombre de la Generalitat
de Cataluña y lo hace colocando junto a una lápida
banderas esteladas mientras lanza
un discurso abiertamente sectario. La delegación
española se ofende ante tal exhibición
de falsedades, decide retirarse y hace su homenaje en
privado. Nadie, salvo la prensa que lo comunica, dice
nada. El ignominioso separatismo sigue incólume
y continúa intocable.
-
6 de mayo. La prensa recoge la noticia. Trasciende.
Aparecen fotografías. Alguien de la izquierda
clama a los cielos. La ministra
en funciones que se ha retirado del acto recibe felicitaciones
de todas partes: es el aliento de la dignidad.
-
7 de mayo y días siguientes. ¿Qué
clase de pensamiento canalla palpita en gente capaz
de aprovechar circunstancias como las descritas, para
inducir comparaciones entre las víctimas del
nazismo y los políticos que están siendo
juzgados? ¿Hasta qué punto
tales individuos viven en mundos irracionales incapaces
de entender la realidad que los rodea y que los explica?
¿Qué clase de autoridad se arrogan para
perpetrar tamaña sinrazón? Pues bien,
su parroquia entiende que tales actos son plenamente
de su agrado y de su conveniencia, llegando incluso
a agasajar a la persona de cuya boca salieron tan nefandas
palabras.
No
saben o no quieren saber lo que ocurrió en Mauthausen.
Y no lo saben porque la falsificación
viene de largo. Por ejemplo, de Montserrat
Roig y de su libro Els catalans al camps de concentració
nazis. Exacto. La mentira arranca de entonces.
Vamos
a ver, en Mauthausen (ni en ningún otro campo
del universo concentracionario nazi) no hubo ni un solo
catalán, todos eran spanier, españoles.
Soldados, hombres la mayoría, pero no todos,
miembros del ejército republicano que, tras la
derrota en enero de 1939, cruzaron la frontera francesa
y se enrolaron en el maquis a fin de continuar combatiendo
al fascismo, esta vez en versión nazi.
Algunos
de ellos fueron hechos prisioneros por los alemanes
y conducidos a Mauthausen, donde pensaban exterminarlos
por el simple método de la extenuación
realizando trabajos forzados. Se trataba de cerca de
8 000 personas. En tal tránsito,
los españoles, que combatían junto a tropas
no regulares y procedían de un ejército
vencido, fueron considerados apátridas,
pues carecían de cualquier sombra de derecho
político o de reconocimiento por parte de un
gobierno que ya no existía. De ahí el
color de la marca sobre las ropillas que vestían:
un triángulo azul con una S en el centro. Murieron
la mitad, probablemente más de 4 000 personas.
Una
superviviente, Neus Catalá, contó pormenorizadamente
su vivencia en un libro terrible e imprescindible. Y
un fotógrafo, Francesc Boix, consiguió
sacar del campo miles de fotografías, con lo
que dejó un testimonio aterrador, pero también
imprescindible. Con posterioridad, un impostor, aupado
por esa misma entidad que programa fastos en Mauthausen,
vio desmontada su deliberada falsedad por Javier Cercas
en un libro memorable.
No
obstante, la falsificación,
la burla y la mofa a tan infinito sufrimiento vuelve
a ser noticia cuando la delegación de un gobierno
autónomo, que se rige por sostener a políticos
golpistas y prófugos, reincide en la manipulación
de los hechos. Tanta miseria moral, tan bárbara
bajeza, tan repugnante comportamiento, ¿cuándo
acabará?
Barcelona,
14/05/2019
Román
Langosto
|