La
independencia como negocio
Antonio
Jimeno Fernández
info@sociedadeslibres.com
elcatalan.es
16/09/2019
En
julio de 2014 el ex presidente de la Generalidad de
Cataluña, Jordi Pujol i Soley, reconoció
que su familia había mantenido fuera de España
y sin declarar una herencia millonaria, que las
cantidades acumuladas por su mujer, Marta Ferrusola,
y sus siete hijos habían permanecido ocultas
durante 34 años y que solo se habían regularizado
durante los últimos días. Pujol
explicó que se trataba de una cantidad que su
padre, el empresario Florenci Pujol, había legado
directamente a su esposa y a sus siete hijos, porque
consideraba incierto el futuro de una persona que, como
su hijo, estaba tan implicada en la política.
Pujol se mostró compungido por no haber declarado
antes esas cantidades, pese a que había pasado
mucho tiempo y se habían sucedido tres amnistías
fiscales, ya que ello habría contaminado a su
esposa y a sus hijos. Pidió perdón a la
gente de buena voluntad que pudiera sentirse defraudada
en su confianza y anunció su compromiso de comparecer
ante las autoridades.
Conviene
recordar que el señor Florenci Pujol era un empresario
que, junto a su hijo Jordi Pujol y su yerno Francesc
Cabana, en 1959 había comprado la Banca Dorca
de Olot, la que dos años más tarde acabaría
siendo Banca Catalana, que ese mismo año Florenci
Pujol había salido en la lista, publicada en
el BOE, de las 872 personas que habían evadido
impuestos, y que para traer el dinero desde Suiza para
pagar dicha compra, tuvieron que utilizar testaferros.
El señor Florenci Pujol murió en 1980,
cinco meses antes de que su hijo llegara a la presidencia
de la Generalidad. Dos años después Banca
Catalana entró en crisis, tuvo que ser salvada
por el Fondo de Garantías de Depósitos
y, en 1984, pasó a estar gestionada por el Banco
de Vizcaya. Ese mismo año Jordi Pujol fue acusado
por la Fiscalía de mala gestión y de enriquecimiento
a costa del banco. Pujol dijo que todo eso había
sido una operación contra él, que el ejecutivo
de Felipe González había hecho "una
operación indigna". Hubo manifestaciones
populares de apoyo a Pujol en Cataluña y, en
1990, la Audiencia de Barcelona decretó el sobreseimiento
del sumario, quedando el acusado absuelto. Así
se consolidó la idea de que acusar a Jordi Pujol
era atacar a Cataluña, es decir, a todos los
catalanes, y que esa era la verdadera mala intención
del Gobierno de España.
La
explicación que el ex presidente Pujol ha dado
sobre el legado de su padre es difícil de aceptar,
porque no hay ningún documento notarial que demuestre
dicha herencia, porque su hermana María no sabía
nada de dicho legado y porque solamente con lo localizado
en el extranjero por la UDEF en 2019,
la fortuna de la familia Pujol se eleva a 290 millones
de euros, lo cual es difícil de explicar a partir
de una herencia de 2,3 millones de euros.
Pese a que Pujol insiste en esta explicación,
la Fiscalía sospecha que podría proceder
de Banca Catalana y de otras entradas.
Pocas
semanas después de la autoinculpación
de Jordi Pujol empezaron a aparecer noticias sobre la
implicación de su esposa y de todos sus hijos
en los negocios familiares. Se
supo que ya en 1990 la familia Pujol había abierto
una cuenta en Andorra a la que empezaron a llegar capitales
de origen desconocido. El hijo más
activo fue el mayor, Jordi Pujol "Junior"
(1958) que está imputado por cobro de comisiones
a empresas, el famoso 3%, a cambio de su mediación
en la adjudicación de contratos públicos,
por blanqueo de capitales y por fraude fiscal. Habría
actuado en trece países, especialmente en México
y Argentina. También están implicados
su exmujer, y los padres y el hermano de ella. La causa
contra él se inició a partir de una denuncia
de su exnovia, que declaró que le había
acompañado en sus viajes a Andorra a depositar
bolsas llenas de billetes.
Oriol
Pujol (1966) fue acusado de exigir dinero a un empresario
a cambio de obtener concesiones de ITV y en enero de
2019 fue condenado a dos años y medio en una
prisión de Cataluña. Dos meses después,
como muchos temían, obtuvo el tercer grado. Tiene
más casos pendientes y su esposa está
imputada en favorecer la deslocalización de empresas
a cambio de que la suya recibiera contratos ficticios.
Oleguer Pujol (1972) está imputado por blanqueo
de dinero a través de operaciones inmobiliarias,
en algunos casos mediante capitales procedentes de paraísos
fiscales. Los otros cuatro hijos de Pujol, Marta (1959),
Josep (1963), Pere (1965) y Mireia (1969) están
todos acusados de haber tenido dinero en paraísos
fiscales, en aumentos excesivos de sus capitales, que
algunos han atribuido a los ingresos que les hacía
su hermano mayor, y varios de ellos lo están
de haber sido favorecidos en la recepción de
contratos y/o adjudicaciones por parte de diferentes
consejerías de la Generalidad.
Que
los siete hijos del matrimonio Pujol - Ferrusola hayan
acabado implicados en estas irregularidades demuestra
que, cuando quienes te plantean cometer un delito son
tu padre y tu madre, las dos personas que te han criado
y se han preocupado por tus estudios y tu futuro, es
muy difícil no hacerlo. ¿Cómo decirles
que no? ¿Cómo no corresponsabilizarse
de la parte que te toca hacer? Negarse
a ello comportaría recriminar lo que hace el
resto de la familia, es decir comportaría, en
la práctica, quedarse sin padres y sin hermanos.
A
partir de 2014 toda la prensa empezó a referirse
a la familia Pujol - Ferrusola como el "Clan Pujol".
Es el término exacto, porque un "clan"
es un grupo de personas unidas por lazos de parentesco
y ascendencia, que colaboran en una actividad conjunta.
Para entender cómo funciona un clan con una actividad
delictiva, nada mejor que ver la película
argentina "El Clan" de 2015. Trata del
Clan Puccio, una familia que vivía en el norte
del gran Buenos Aires, que tenía aspiraciones
de ascender socialmente y que estaba dedicada a la extorsión
de empresarios. Sus actividades fueron destapadas en
los años 80, ante la sorpresa de todos los que
los conocían. En la película se ve cómo
la actividad delictiva del patriarca, secundado por
su esposa, va calando en todos los hijos desde pequeños,
cómo luego estos se hacen colaboradores necesarios,
cómo solo algunos logran salvarse huyendo al
extranjero y cómo toda esa actividad afectó
a sus vidas.
Cuando
en 1980 Jordi Pujol llegó a la presidencia de
la Generalidad dispuso del instrumento perfecto para
conseguir dinero para su partido, Convergencia Democrática
de Cataluña (CDC). Simplemente, se
trataba de favorecer la adjudicación de obras
públicas, autorizaciones, permisos, contratos,
etc. a aquellas empresas, entidades o particulares que
estuvieran dispuestas a pagar ocultamente una cantidad
a CDC, -se habla de un 3% pero pudo ser mucho
más-. Si alguna se resistía, pero era
imprescindible que lo hiciera, se podía recurrir
a las inspecciones frecuentes y a la dilatación
de la concesión de los permisos que necesitara.
Entre los implicados en la desviación de dinero
hacia CDC se puede citar a Artur Suqué, Javier
de la Rosa, Lluís Prenafeta, Macià Alavedra,
los Sumarroca y varios de los hijos de Pujol, entre
otros. Esto último, tal vez explica por qué
parte de lo que se recaudaba no iba a CDC, sino a la
familia Pujol - Ferrusola.
Toda
esta labor requería la colaboración de
los funcionarios, por lo que se pudo empezar por ofrecer
ascensos o, si era necesario, por ejercer ciertas presiones,
siempre de forma suave, pero constante. Para
evitar las protestas legales y los contenciosos, se
modificaron las leyes existentes, se hicieron nuevas
resoluciones y normativas, y se disminuyeron las oposiciones
a funcionario, optándose por aumentar al máximo
el número de empleados públicos interinos
con renovación anual. Las protestas, que pese
a todo se produjeron, acabaron en nada porque los sucesivos
gobiernos de España, los del PSOE y los del PP,
miraron para otro lado, ya que dependían de los
votos de CiU para mantenerse en el gobierno. Al
ver lo que pasaba, los empresarios, los autónomos,
los funcionarios y todos los demás se acobardaron.
Nadie se atrevía a denunciar en público
lo que pasaba y, muchas veces, ni tampoco en privado.
Pese
al gran poder que da presidir la Generalidad de Cataluña,
Jordi Pujol seguía teniendo
que rendir cuentas ante la Hacienda española
y seguía dependiendo de la acción de la
Justicia española. Como solo una Cataluña
independiente podía permitirle consolidar el
modelo de Cataluña que quería conseguir,
ya en los años ochenta inició un proceso
de mayor catalanización de todos los sectores
de la sociedad. Las características
de este proceso se especifican en el llamado Programa
2000 que se publicó en 1990 en "El Periódico".
En mi artículo "Separatismo
y manipulación social", publicado el
15 de septiembre de 2018, se detalla la metodología
seguida.
La
primera medida que tomó Jordi Pujol fue imponer
el uso exclusivo del catalán
en la enseñanza, en la Administración,
en los medios de comunicación, públicos
y subvencionados, y en animar a hacer lo mismo a todas
las empresas de Cataluña. Una prueba
de ello fue la ley de Normalización Lingüística
de 1983. Con esto Pujol abandonó su anterior
definición de ciudadano catalán como "aquella
persona que vive y trabaja en Cataluña",
y su idea de que "lo más importante en Cataluña
es la convivencia", por la idea de que en materia
de identidad, todos los catalanes han de tener la misma
identidad.
Han
pasado más de treinta años desde aquella
decisión, por lo que todos
los catalanes nacidos en los años ochenta o posteriores
ya han sido educados según el Programa 2000 y,
durante estos años, todos en Cataluña
hemos vivido en la sociedad diseñada por Pujol
e inmersos en el ambiente mediático de la prensa,
la radio y la televisión que Pujol quería.
Salvo que por vivir en un ambiente familiar muy contrario
al separatismo o porque el Programa
2000 ya les cogió de mayores, muchos catalanes
son, sin saberlo, los hijos ideológicos de Pujol.
Pueden pensar que no es así, que a ellos no los
manipula nadie, que piensan lo que piensan porque así
lo han decidido, pero, siendo rigurosos, no pueden estar
totalmente seguros de ello. Como no lo pueden estar
los siete hijos biológicos de Pujol, porque para
ellos es muy difícil poderse dar cuenta de que
su pasado podría haber sido éticamente
mucho más presentable.
¿Y
qué puede hacer cualquier ciudadano para saber
si ha sido o no manipulado? Pues observar los resultados
del proceso ideológico seguido, es decir, ver
si las relaciones entre los familiares, entre los amigos
y entre nuestra comunidad y las demás comunidades
han mejorado o han empeorado, si en los centros
educativos hay más o menos problemas de relación
que en otros sitios, si nuestra sociedad vive en paz
o está crispada, si económicamente se
ha ido a mejor o a peor, si el futuro se ve seguro o
muy incierto, etc. Si se ve
que hemos empeorado, lo mejor es alejarse de los mensajes
partidarios de seguir ese proceso, y, en
cambio, relativizar su histeria, volverse más
tolerante, permitir que cada uno piense como quiera
y hable en la lengua que quiera, redescubrir
a los familiares y amigos con los que ha habido distanciamiento
por estos motivos, organizar con ellos actividades comunes
que nada tengan que ver con el activismo político,
en una palabra, recuperar la convivencia.
Barcelona,
16 septiembre de 2019
Antonio
Jimeno Fernández
info@sociedadeslibres.com
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